lunes, 29 de diciembre de 2008

Guía de una ruta buena

Si te diriges al Sur,
dejando atrás la Meseta,
y cruzas toda La Mancha,
y pasas Sierra Morena,
y vences la tentación
y ves Córdoba y no entras,
debes llegar a Sevilla,
pero quedándote fuera,
bordeando la Ciudad
el mayor tramo que puedas.

Allí tienes dos opciones:
Tirar por la carretera,
que, aunque resulta barato,
hace la marcha mas lenta,
o utilizar la autopista
aflojando la cartera,
ya que, buscando, sin duda,
una mayor competencia
-mandamiento sacrosanto
del Partido que gobierna-,
la explotación exclusiva
de esta exclusiva vereda
estará aún varios años
en manos de las empresas
que antaño la construyeron
pidiendo al Estado pelas,
con créditos baratísimos
avalados por Hacienda.

En fin, sigamos la ruta
y dejemos esos temas:
Supongamos que los euros
no te suponen problema,
y tiras por la autopista
que hasta el mismo Cádiz llega;
mejor que intentar salir
por Jerez de la Frontera,
debes usar la salida
llamada de “Las Cabezas”
y, en dirección a Chipiona,
tras Lebrija y Trebujena,
por un pequeño desvío
que sale por la derecha,
entrarás al renombrado
Sanlúcar de Barrameda.

Allí, conduce hacia abajo,
y mira, al pasar, sus bodegas
y, si no estas aún cansado,
recorre a pie lo que puedas
y, si dispones de tiempo,
echa en la playa una siesta,
pues tienes que prepararte
para lo que aún te queda.

Tras tomarte unas tapitas,
o lo que quieras, de cena,
has de llegar paseando
por estrechitas aceras
–haciendo una fila india
cuando algún coche se acerca–,
al Bar que, si no conoces,
seguro que te camela.




En las calles más cercanas,
si es verano o primavera,
y dependiendo, también,
del ciclo de las mareas,
verás que, si sopla el aire,
parece un viento de seda,
que te roza cuando pasa
y, si es de cara, te besa,
aunque de forma fugaz,
que hay que guardar las maneras.

Puedes entrar por “Regina”,
por donde tiene dos puertas,
o entrar por las dos de “Zárate”,
si es que te pillan mas cerca,
pues está en la mismita esquina
en que esas calles se encuentran.

Allí aguanta “El Almacén”
que más almas almacena
en sus estantes y baldas,
anaqueles y alacenas,
pues lleva más de cien años
con sus entradas abiertas
sirviéndole a sus clientes
lo que quieran y apetezcan,
antes ultramarinos,
leguminosas y especias,
y ahora reconfortantes
bebidas y charlas frescas.

Y al entrar a “El Almacén”,
si tienes suerte, te encuentras
con los ojos de Carmina,
dándote la enhorabuena
por escoger un local
donde se sirve en botella
tolerancia y buen humor
con un poco de canela,
y en donde tienen chupitos
capaces de ahogar las penas,
o, si ello no es posible,
ahogar al que penas lleva.

Pero para ver sus ojos,
azules para mas señas,
hay que buscar el momento
en que se encuentre muy seria,
pues si Carmina se ríe,
o se sonríe apenas,
sus ojos desaparecen
y se le quedan dos rectas,
tapadas por sus pestañas,
presididas por sus cejas,
hasta el punto de que dicen
que toda su clientela,
mas que ir allí a beber,
van solamente por verla
y para ver si es verdad
lo que cuenta la leyenda
sobre sus ojos azules,
con algún toque violeta.

El caso es que esta Carmina,
es y nació madrileña,
pero se fue para Cádiz
y se quedo tan contenta,
y como cumple otro año
lejos de esta su tierra,
los que en Madrid añoramos
su salerosa presencia
queremos mandarle besos
en tan señalada fecha
y desearle que pase
muy buen día y mucha juerga.


Madrid, 16 de junio de 2003

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