Se me acerca un medio hippie y me pide un papelillo, no uso colega, lo siento. Soy un gorrón de las substancias. Los rockeros me sonríen porque he vuelto a la vejez-a zascandilear con la guitarra. Siempre hay un poeta con gafas y con barba de pelusa, acodado en la esquina más oscura de la barra. Nos miramos duramente, como se miran los mafiosos de cine.
Para él soy un capullo asimilado por el puto sistema, lo observo y a mí mismo no me veo, con veinte años menos, y siento un mezcla de solidaridad y envidia porque quizá él, sí pueda escribir ese libro que conmueva, ese que uno ya sabe que no tiene fuerzas para empezar.
En un rincón un grupo canta un clásico de los Stones y el culo del mundo parece por un momento más limpio. Un grupito de pijos con sus cocodrilos ladrando la simbología de castas desde sus pechos bien alimentados, bailan a los Rollings, como si fuera el Dúo Dinámico. Nos miramos mi compañera y yo y sonreímos.
En la puerta del servicio se besan dos mujeres, carraspeo y una de ellas, compañera de viejas noches toperas me saluda con la mano que le queda libre, que la otra esconde gozosa en el misterio de su novia.
Presto atención al que bebe amargamente, al que siempre me ve y me abraza, al que me promete un libro, una canción o aquel poema. Hay un bullicio hermoso de nocturnidad y humo, de música en directo y de recuerdos que empiezan en cuanto acaba la noche.
Andamos almacenados nosotros, los de entonces, porque Carmina y Ancela nos han invitado a la fiesta. Los que ya no quieren venir, ni saber nada de nosotros, parecen guardarnos rencor. Como el ex fumador al adicto, como el ex comunista al militante que persevera. Pero tenemos la risa, el rock and roll y la gracia. Que no paren la música ni los brindis con mojito con los que cada viernes nos empeñamos en exorcizar la tristeza.
Para él soy un capullo asimilado por el puto sistema, lo observo y a mí mismo no me veo, con veinte años menos, y siento un mezcla de solidaridad y envidia porque quizá él, sí pueda escribir ese libro que conmueva, ese que uno ya sabe que no tiene fuerzas para empezar.
En un rincón un grupo canta un clásico de los Stones y el culo del mundo parece por un momento más limpio. Un grupito de pijos con sus cocodrilos ladrando la simbología de castas desde sus pechos bien alimentados, bailan a los Rollings, como si fuera el Dúo Dinámico. Nos miramos mi compañera y yo y sonreímos.
En la puerta del servicio se besan dos mujeres, carraspeo y una de ellas, compañera de viejas noches toperas me saluda con la mano que le queda libre, que la otra esconde gozosa en el misterio de su novia.
Presto atención al que bebe amargamente, al que siempre me ve y me abraza, al que me promete un libro, una canción o aquel poema. Hay un bullicio hermoso de nocturnidad y humo, de música en directo y de recuerdos que empiezan en cuanto acaba la noche.
Andamos almacenados nosotros, los de entonces, porque Carmina y Ancela nos han invitado a la fiesta. Los que ya no quieren venir, ni saber nada de nosotros, parecen guardarnos rencor. Como el ex fumador al adicto, como el ex comunista al militante que persevera. Pero tenemos la risa, el rock and roll y la gracia. Que no paren la música ni los brindis con mojito con los que cada viernes nos empeñamos en exorcizar la tristeza.
“Mis zozobras completas “
J. Antonio Gallardo, 4 Noviembre de 2006
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